fbpx

El fin del Mundo: Lo que vi en Bahamas

Por Benjamin Laniado, Secretario General de CADENA.

La isla de Ábaco en las Bahamas era un lugar pariadisiaco con una población de 17,000 personas y bonitas casas de madera junto un mar azul y transparente. Todo eso cambió hace tres semanas, cuando el Huracán Dorian, con sus vientos de 300 kilómetros por hora, se estacionó sobre la isla.

La tormenta de categoría 5, la más grande en la zona, durante mucho tiempo, fue una fuerza destructora que no se iba. Cuando por fin siguió su turno, dejó a su paso a la población más vulnerable de la isla: haitianos, dominicanos y demás inmigrantes ilegales sin papeles para viajar; ancianos y ancianas de la tercera edad sin las fuerzas para comenzar su vida de nuevo en otro lugar.

A pesar de que la Isla Grand Bahama tenía más población, ya estaba siendo atendida: nosotros nos preocupamos para llegar ahí donde pocos habían llegado. Por eso decidimos ir a Ábaco.

Para llegar a la isla tuvimos que hacerlo en avioneta desde Miami, ya que el huracán había complicado el acceso por mar. Arribamos cuatro personas al aeropuerto Treasure Kay, que había sido recién habilitado, con la misión de entregar 418 lámparas solares, hacer trabajo psicosocial y consultas prehospitalarias.

Parecía como si hubiera estallado una bomba. Todas las construcciones (excepto el hospital, el edificio de gobierno y una que otra iglesia, que servían como centros de acomodamientos) estaban aniquiladas. Para movernos por la isla tuvimos que usar un coche que encontramos y gasolina que nos donaron ONGs que ya estaban en el área. Había otros integrantes de ONGS dispuestos a ayudar: en este sentido, he visto como la coordinación y cooperación entre ONGs ha mejorado durante los últimos años.

Cooperamos con Rubicón y Heart to Heart, dos organizaciones humanitarias, para llegar a las familias que más lo necesitan. Las lámparas fueron, sin duda, el bien más importante y popular que regalábamos. No hay electricidad en la isla, y las lámparas, que se cargan con la luz del sol, también funcionan para cargar celulares. Muchos de los que se quedaron en la isla no tenían contacto con sus seres queridos, no les podían avisar que estaban vivos: las lámparas solares les permitieron hacer eso.

Regresamos profundamente afectados por lo que vimos, pero inmediatamente nos pusimos a trabajar. Ahora hay un segundo grupo de voluntarios en la isla, que, junto con la Marina Mexicana, zarpó de Veracruz para hacer entrega, mano a mano, de 60 toneladas de ayuda. Por otro lado tenemos un centro de acopio muy grande en la oficina central de Miami, con más toneladas de ayuda, y estamos armando una misión para instalar shelters, ya que el proceso de recostrucción será arduo y largo.

Además de eso, estamos en contacto con el embajador de Israel y junto con él estamos trayendo tecnología israelí que ayudará a reciclar basura y traer agua.

Los habitantes de las Bahamas no están solos. Es tiempo de ayudar.