Kakuma: La crisis de refugiados continúa
Viajé al campo de refugiados Kakuma la semana pasada como miembro de la recién inaugurada CADENA Sudáfrica: el donativo lo realizó el Museo de Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México y se implementó junto con Fundación CADENA, ISRAID, y el International Rescue Committee.
Llegamos en medio del calor extremo, el viento y la desolación. Fuimos recibidos por los Turcanos y sus cuellos largos; las mujeres con sus bufandas coloridas caminaron junto a nosotros: los niños corrían tras el convoy.
Kakuma quiere decir “ningún lugar” en swahili: no hay donde ir, no hay donde trabajar, no hay futuro, no hay agua (más que de pozos) y no hay comida, ya que el Programa Mundial de Comida ha reducido en 50% su presupuesto. A los niños del campo les dan solo dos comidas al día. Uno, en forma de polvo, por la mañana; y otra, comida genéticamente modificada, en la tarde.

Cuando llegamos, los 6 concentradores de oxígeno, la máquina de ultrasonido (¡la primera del campo!) y los cientos de cajas llenas de crema de cacahuate para los niños ya había sido entregada. Pasamos un grupo de mujeres sosteniendo a bebés enfermos esperando a que los atienda un doctor. Una madre con un bebe me agarró de las manos. El sudor se había formado sobres su ceja; me estaba pidiendo que salvara a su bebé, me dijo el traductor. Tuve que voltearme para esconder las lágrimas.
En aquel momento sentí la presencia de mi abuela, Trude Schowald, que tenía 19 años cuando la liberaron del campo de concentración.. Trude y su hermana sufrieron el horror de Auschwitz y la Marcha de la Muerte para llegar a un campamento de refugiados de Bélgica, donde conocieron a otros sobrevivientes, se casaron y comenzaron el arduo proceso de reconstrucción de sus vidas.
Ella tenía nueve meses de embarazo cuando su barco fue devuelto del puerto de Haifa a Chipre: mi abuela, horrorizada de que su hijo naciera en un campamento, logró bajarse en Israel, fingiendo un parto. Mi padre nació en Haifa algunos meses después: le llaman Joseph en nombre de “Yossi”, uno de los hijos de Trude que mataron los Nazis.
Kakuma me enseñó que la crisis de refugiados no ha acabado—cientos de personas llegan a Kakuma diariamente. No estamos preparado para los fenómenos que desatarán grandes migraciones. Estamos siendo testigos de los efectos devastadores del calentamiento global.
En 20 años (o menos), el incremento en el nivel del mal hará que los estados del golfo sean inhabitables. Los recursos se están volviendo escasos y los refugiados se están convirtiendo en una carga financiera para los estados nación. Estamos viviendo en un momento histórico en donde debemos asumir responsabilidad colectiva e individual en niveles medioambientales, económicos y sociales. En Kakuma me cayó el veinte de todas estas complejidades— y el conflicto que está causando, en Israel, la política de expulsar a 40,000 refugiados.
A través de organizaciones como CADENA e Israid, el pueblo judío puede continuar en el apoyo de emergencia y apoyo a refugiados. Si son “suertudos”, algunos de los 40,000 de los deportados acabarán Kakuma, donde podrán recibir apoyo de IsrAid para sanar del trauma reciente.
– Michalya Schonwald Moss
CADENA Sudáfrica