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El fenómeno Natural de El Niño Costero generó fuertes lluvias desde enero provocando fuertes inundaciones y otros fenómenos asociados como fuertes vientos, granizo y tormentas eléctricas en diferentes partes del país.
ACERCA DE LA MISIÓN
Desde febrero, la costa norte del país (Lambayeque, Piura, Cajamarca, Tumbes) tuvo los mayores impactos negativos, junto a Ica, Huancavelica y Lima, en la cordillera central.

El informe de las víctimas y los daños documentados por el COEN registró 106 muertos, 18 desaparecidos, 364 heridos, más de 163.000 víctimas, alrededor de un millón de afectados y cerca de 215.000 viviendas dañadas.
Debido a esta situación, nuestro GoTeam, junto con psicólogos y especialistas en logística, viajaron al Perú para ayudar a las personas afectadas por las lluvias, Se hizo entregada 100 filtros purificadores de agua y con ello, una vez más dar una mano a los que más lo necesitaban. A las personas afectadas en la región de Carapongo se les ayudó con agua y consultas médicas y psicológicas.
INFORMACIÓN ADICIONAL
No se había visto un desastre así desde 1998.
Las fuertes lluvias que se registran en Perú desde fines de enero han dejado al menos 75 muertos, más de 700.000 afectados y han causado importantes daños en viviendas y carreteras, principalmente en tres regiones del norte del país: Tumbes, Piura y Lambayeque.


Cuando hablamos de fenómenos meteorológicos—tormentas, huracanes, tornados, etc.—pensamos sólo en casos aislados y catastróficos: existe una sensación de distancia frente al ámbito meteorológico que surge, muchas veces, de cómo se reportan los desastres naturales en los medios de comunicación.
Sería más sensato pensar que estamos dentro del clima y que nuestras vidas se encuentran determinadas en todas sus facetas por éste. Este cambio en la manera de pensar es un tema de sobrevivencia—sobre todo si tomamos en cuenta que, según la BBC, los últimos 20 años han sido los más calurosos en la historia de la humanidad.
Somos uno con el planeta
El cambio climático no nos permite darnos el lujo de pensarnos como separados de la naturaleza. La emisión de gases que generan efecto invernadero está alterando fuertemente los ciclos en los que depende nuestra normalidad. Por dar un ejemplo: los inéditos incendios en California le han costado al estado 4000 billones de dólares en daños; una cifra que representa el 2% del PIB de Estados Unidos. En México el año pasado hubo 26 tormentas sustanciales, entre ellas 13 huracanes, de los cuales 10 han sido mayores—un número que va en ascenso, anualmente, y que trastoca miles de vidas.
En CADENA hemos visto de primera mano las consecuencias de estos drásticos cambios en el clima: solamente el año pasado realizamos 25 misiones relacionadas con vulnerabilidades climáticas: casi la mitad de ellas para atender a afectados de lluvias intensas (en estados Colima y Sinaloa) y de huracanes (en los estados de Nayarit, Oaxaca, Chiapas). También hemos atendido a los afectados de las catastróficas inundaciones en India e Indonesia; y a la crisis humanitaria que se ha desatado en Kenia, donde las sequias han generado hambruna entre miles.
Cuidar el planeta es responsabilidad de todos
En este Día Meteorológico Mundial queremos recalcar la necesidad de la reducción de emisión de gases que producen el efecto invernadero y expresar solidaridad por todos aquellos que están peleando por una relación más sustentable con el medio ambiente. Nosotros creamos el problema, nosotros lo podemos solucionar.
Hacer frente a los desastres naturales es posible solo cuando las necesidades básicas están cubiertas. Sin acceso a agua potable no hay resiliencia comunitaria: el consumo de agua sucia genera enfermedades intestinales potencialmente mortales, especialmente en niños y adultos mayores, mermando cualquier capacidad de respuesta en todo tipo de crisis.

Por desgracia, falta mucho para que todos tengan acceso a este elemento. Según la Organización Mundial de la Salud, 844 millones de personas no tienen acceso agua potable; es decir, tres de cada diez personas a nivel mundial carecen de agua potable en su hogar. En otras palabras: cada minuto, un recién nacido muere por infecciones causadas por falta de agua limpia. En México más de 9 millones de mexicanos sufren de escasa agua potable.
Uno de nuestros ejes de acción en CADENA es atender esta necesidad. La mayoría de nuestras misiones tienen como objetivo proveer de agua a comunidades marginadas y vulnerables en México, Venezuela, Colombia, Guatemala, Puerto Rico y muchos países más.
Para ello, utilizamos los filtros de agua Sawyer—un dispositivo a base de membrana hueca, fácil de transportar, instalar y usar—que tiene la capacidad de filtrar hasta 800 litros de agua al día y, con un buen mantenimiento, puede durar hasta 5 años. En diciembre del año pasado conectamos estos filtros a sistemas de captación de agua de lluvias en Tabasco, dándole acceso a agua potable de forma natural a cientos de afectados por la contaminación en las lagunas de Centla.
Más recientemente, visitamos el sur de India, donde capacitamos a maestros de escuelas, afectadas por las inundaciones del 2018, en el uso de 300 filtros de agua. Si es bien mantenida, esta tecnología podría llegar a cambiar la vida de más de 60, 000 personas en la región.

En CADENA creemos que este tipo de soluciones tácticas, de bajo costo y de largo plazo son la clave para la solución de los problemas más urgentes que enfrenta la humanidad. Sin agua no hay vida. La importancia de este recurso no se puede subestimar.
Como trabajadores humanitarios, nuestra experiencia en el campo nos ha revelado la profunda desigualdad de género que impera en Latinoamérica y en el mundo. En las aldeas más propensas a todo tipo de riesgos naturales, las mujeres son muchas veces relegadas al trabajo del hogar. Irónicamente en situaciones de desastre este rol adquiere primacía, al ser las mujeres el pilar de la familia, que es el círculo más íntimo de resiliencia social. Sin embargo, al no tener el mismo acceso a la educación o a los mecanismos de toma de decisiones comunales como los hombres, las decisiones tomadas en esos contextos pueden tener consecuencias fatales.
Por desgracia, la desigualdad en términos de género es un fenómeno global. Un informe de ONU Mujeres de 2018 muestra que hay 4.4 millones más de mujeres que viven en la extrema pobreza, en comparación con hombres. Según el mismo reporte, 300,000 mujeres mueren anualmente por causas relacionadas con el embarazo. Entre grupos étnicos (como los indígenas o los afrodescendientes), de por si marginados, las mujeres son aún más; en 18 países los esposos pueden impedir legalmente que sus esposas trabajen, y 49 países carecen de leyes que protegen la violencia en el hogar.
Como organización latinoamericana, operamos en un contexto epidémico de violencia de género. Según un informe de Small Arms Survey de 2016, entre los 25 países del mundo con mayores tasas de feminicidios, 14 están en América Latina y el Caribe. En México, por poner un ejemplo, se asesinaron a siete mujeres cada día, en el mismo año.
Para nosotros el Día Internacional de la Mujer es una ocasión para abogar por justicia social. Estamos convencidos de que esta desigualdad y violencia afecta el tejido social y merma la capacidad de resiliencia de las poblaciones, haciéndolas más proclives a ser afectadas por todo tipo de desastres.
Y es que, para los que trabajamos en la ayuda humanitaria, la igualdad de género no es un tema cultural: es de sobrevivencia. Por eso buscamos empoderar a mujeres en posiciones de liderazgo, no solo por medio de programas como Brigadas por la Resiliencia sino también poniendo el ejemplo. En Miguel Hidalgo, Chiapas la arquitecta Paola Suarez lideró todo el proceso de reconstrucción de más de 100 viviendas, rompiendo, por medio de su liderazgo, los estereotipos locales y poniendo pauta para cambiar, aunque sea un poco, los roles de género.
En CADENA nuestro propósito es extender una mano de ayuda aquellos que se encuentran en situaciones de extrema vulnerabilidad. Esta misión, que nace de la empatía de un ser humano hacia a otro, tiene un término: “Protección Civil”.
Por desgracia, estamos acostumbrados a escuchar en las noticias estas dos palabras seguidas por datos sobre desastres de toda índole, pero lo interesante es que esta área organizacional de la sociedad y los países es relativamente nueva.
La protección civil nació el 12 de agosto de 1949 con el Tratado de Ginebra cuando, después de la masacre de la Segunda Guerra Mundial, los países se unieron para prevenir la muerte de inocentes de todo tipo de crisis.

En aquella convención se acordó utilizar esta imagen como el logo de protección civil. El triángulo de color azul simboliza la prevención, cada lado del triángulo representa a cada fuerza que reviene o atiende una emergencia, es decir, el Gobierno, los grupos voluntarios y la población en general. El circulo naranjado representa la aceleración del metabolismo y mantiene en alerta a la persona, reconocido dentro de la emergencia como el color del rescate.
Desde entonces hasta ahora, las organizaciones que se dedican a la ayuda humanitaria han dejado su huella en el mundo. aunque todavía hay mucho que hacer. Según la organización internacional Development Initiatives, 201 millones de personas en 134 países, necesitan de ayuda humanitaria hoy en día, y, con los desplazamientos causados por el calentamiento global, ese número puede crecer aún más.
En CADENA queremos celebrar a aquellos que se dedican de manera voluntaria o profesional a ser el bastión de defensa de los desprotegidos. Durante nuestro trabajo con las instancias de Protección Civil alrededor del mundo hemos caído en cuenta de que, si no sumamos fuerza, el triángulo que salva vidas no se podrá formar.
En la reciente misión a la frontera con Venezuela y Colombia vimos a miles de personas escapando la falta de ingresos dignos. Lo mismo en la frontera sur de México, donde cada día, cientos de migrantes centroamericanos huyen de la pobreza para brindar, a su familia, las necesidades básicas para sobrevivir.
A pesar de que hemos llevado a cabo más de 250 misiones, en cada una no deja de impactarnos las condiciones en las que viven nuestras hermanas y hermanos. Y es que, como organización nacida en Latinoamérica, no podemos ser indiferentes a la desigualdad en las que operamos; desigualdad que genera vulnerabilidad a desastres de todo tipo.
Según OxFam ––organización especializada en el estudio de la pobreza a nivel mundial—nuestro continente es el más desigual del planeta. En América Latina, una persona puede llegar a ganar 16 mil veces más que otra; además, hay 165 millones de personas que, hoy en día, viven en la pobreza extrema y otros 200 millones podrían volver a ser pobres en un momento de menor crecimiento económico.

Es por eso que, como organización judía, sabemos que la máxima de Tikun Olam—reparar el mundo— va mucho más allá del mero apoyo inmediato a quien lo necesita.
Hemos decidido involucrarnos en proyectos microeconómicos para que generen cambios en la calidad de vida: iniciativas como Project Ten, por medio de la cual hemos apadrinado aldeas en los estados mexicanos de Chiapas y Oaxaca, o las chamarras con causa, Sicarú, que ayudan a mujeres artesanas a recuperarse del impacto del sismo en su vida laboral.
Son acciones pequeñas, pero que nos permite tener un impacto a largo plazo; estamos convencidos de que no basta con atender desastres naturales. La causa principal de la vulnerabilidad es la pobreza. Y si no salimos todos juntos, nos ahogamos.
Muchos no lo saben, pero la palabra hebrea para hablar del Holocausto –SHOÁ (שואה)– significa, literalmente, CATÁSTROFE.
Y es que el Holocausto fue eso, tanto para la comunidad judía como para el resto de la humanidad, un suceso inabarcable; total, en su grado de sadismo y horror.
En un acto sin precedentes, una minoría vulnerable fue sistemáticamente masacrada en nombre de una supuesta superioridad étnica y moral. Seis millones de judíos murieron en un período de aproximadamente cinco años y muchos más se vieron forzados a dejar sus pertenencias y migrar, un salto al vacío que los transportó a México, Chile, Estados Unidos, Argentina, Guatemala y muchos otros países a los que ahora llamamos “Casa”.
A pesar de que el suceso fue hace más de medio siglo, el odio étnico y la violencia hacia minorías no ha sido erradicado. Desde la Segunda Guerra Mundial hemos sido testigos de masacres de personas diferentes por el simple hecho de ser diferentes. Solo hay que mencionar las matanzas de inmigrantes chinos en el norte de México en principios del siglo pasado; en Rwanda, Kashmir, Yugoslavia, Sudán, en los noventas; y la que se está dando, este momento, contra las minorías musulmanas, en Burma.
Estamos ante el mayor número de desplazamientos de los que se tiene constancia
La violencia ha llegado a tal nivel que, según el diario El País, 65.6 millones de personas, se han visto obligadas a abandonar sus hogares a causa del conflicto y la persecución. Entre ellas, hay casi 22.5 millones de refugiados, de los cuales más de la mitad son menores de 18 años. Además, hay más de 10 millones de personas apatriadas a las que se les ha negado una nacionalidad y el acceso a derechos básicos. Unas cantidades sin precedentes.
En CADENA estamos comprometidos con todos aquellos que, debido al odio étnico y la violencia, tienen que abandonar su hogar.
Por eso, hemos realizado misiones para atender a refugiados Sirios, donamos maquinaria médica al campo de refugiados Kakuma, en el norte de Kenia—que asiste a los desplazados por la guerra de Sudán del Sur—y, más recientemente, apoyado con víveres básicos a los migrantes de Centroamérica.
Continuaremos luchando para que la ayuda llegue a quien más lo necesita, sin importar raza, religión, etnia o cultura.
Como institución nacida en la Comunidad Judía de México, creemos que la ayuda humanitaria trasciende todo tipo de odios y divisiones. Somos, ante todo, humanos; y tenemos una responsabilidad sagrada con el otro.
“(…) el mar se retiraba unos 400 o 500 metros de la playa. La arena se vio sin agua y en donde se formaron charcos habían quedado chacoteando algunos peces. La gente corrió y se metió a agarrarlos. En un momento, sin poder determinar cuánto tiempo había pasado con exactitud, vino el rebote del mar y por más que la gente corrió, ya no hubo salvación…”
En junio de 1932, en Colima, México, los lugareños presenciaron una ola de más de 12 metros de altura que devastó Cuyutlán, uno de los pueblos más populares para vacacionar en aquel momento. “Un maremoto se había tragado un pueblo”, decían los periódicos de entonces.
Un tsunami o maremoto es un evento que involucra a un importante grupo de olas con gran fuerza y de tamaño variable; se produce cuando algún fenómeno extraordinario desplaza verticalmente una gran masa de agua. Estas olas remueven una cantidad importante de agua que supera a la de las olas superficiales que se producen por el viento. En el 90% de los casos, estos fenómenos son provocados por terremotos y es entonces cuando reciben el más adecuado y preciso nombre de “maremotos tectónicos”.
Si bien, el fenómeno de los tsunamis se dio a conocer a nivel internacional después de la catástrofe que ocurriera en 2011 en Japón, y más recientemente, en Indonesia, donde el equipo internacional de CADENA acudió a una misión; los hoy conocidos como “Tsunamis” no son exclusivos de la zona oriente de nuestro planeta y tampoco son eventos que aparecieron el siglo XXI.
Es importante crear conciencia de que la población de América Latina no está exenta de estos fenómenos. En 1960, un terremoto de 9.5 en las costas de Chile generó olas que fueron sentidas hasta Japón.
Qué hacer ante un tsunami
En este día internacional de conciencia sobre los Tsunamis compartimos algunas medidas de seguridad y prevención frente a un posible tsunami:
- Si vives en zonas costeras, presta atención a las posibles alertas por tsunami.
- Nunca te quedes cerca de la orilla para ver venir un tsunami.
- Estate pendiente de ciertos signos que avisan acerca de la llegada de un tsunami como el rápido aumento o descenso del agua en la costa.
- Organiza una ruta de evacuación que conduzca a un terreno más elevado.
- Un tsunami está formado por una serie de olas. No vuelvas a una zona de costa afectada por un tsunami hasta que las autoridades indiquen que es seguro.
Fuentes:
Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencis (CNE)
https://www.24horas.cl/nacional/los-ultimos-3-grandes-tsunamis-que-han-afectado-a-chile-1160311
La Dra. Joanne Joloy, Directora de Expansión Internacional de CADENA, habla sobre la última misión para atender a los afectados de los sismos––y el tsunami––de Indonesia el 28 y 29 de septiembre. Se estima que 1.5 millones de personas han sido afectadas por estos hechos, hay casi 42,000 personas desplazadas y un estimado de 1,200 personas fallecidas.
Salimos el 3 de octubre de México a Los Ángeles y de ahí a Taiwán. De ahí, tomamos un vuelo rumbo a Jakarta pero, apenas pasados 40 minutos, alguien en el avión gritó. Las sobrecargos solicitaban un médico en el avión, pero nadie respondía. Al acercarme a ver qué había sucedido, me di cuenta de que era un paciente que estaba “boqueando” (en sus últimas respiraciones).
Al no poder comunicarme no lograba entender qué había sucedido. El paciente cayó en paro cardiorrespiratorio iniciamos con maniobras de reanimación arriba del avión en lo que el piloto regresaba al aeropuerto más cercano. Este evento demoró más de 45 minutos y el paciente, desgraciadamente, murió.
El evento nos demoró casi seis horas, pero una vez en Jakarta compramos boletos para Gorontalo, y de ahí formamos parte de una caravana para llegar a la zona cero. El trayecto duró 28 horas, 12 de las cuales las pasé en la cajuela de una camioneta, junto con la voluntaria Gabriela Achar.
De camino se veían playas muy bonitas, yo no podía creer que íbamos rumbo a una zona de desastre.
Entrar a Palu fue entrar al fin del mundo. Absolutamente todo estaba destruido. Había un olor a muerto que nunca antes había percibido en mi trayectoria humanitaria; tuve que ponerme una tela en la boca y en la nariz.
Estuvimos en la zona cero durante el día y nos regresamos antes de que anocheciera, ya que había hecho erupción un volcán cercano. De regreso nos paramos en una comunidad que estaba encima del agua, para jugar con niños afectados.
Esta misión fue particularmente difícil por la barrera del lenguaje. Desde el avión hasta la zona cero, fue muy difícil comunicarse con los lugareños, ya que no hablaban español, inglés o francés.
En total CADENA entregó 200 filtros de agua Sawyer, que impactarán la vida de más de 16,000 personas afectadas, que no cuentan con acceso a agua potable.
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